martes, 4 de septiembre de 2012



Por la borda


Entonces supe todo lo que jamás debía saberse
y descubrí aquello que nunca imaginé
y conocí al culpable que intentó ocultarse
en la tibia morbidez de lo fugaz.

Peregriné como un ascético rehén
en el desierto impornderable de su piel
y desplacé las torres del vigía
a los extremos del antes y el después.

Junté mis cosas... me equivoqué.
Debí tirar por la borda todo el lastre
sacrificando posesión por liviandad.

Ya que nada particular, ningún destello
del deseo es primordiial recuperar
cuando se agolpa el frenesí de la esperanza.